España y Cantabria han estado al borde colapso debido a la falta de reacción del Gobierno de la nación y de su aliado el Gobierno autonómico frente a las consecuencias de la crisis derivada de la invasión rusa de Ucrania. De manera tan sorprendente como inaceptable, el Gobierno socialista quería dejar pasar todo el mes sin tomar ninguna medida urgente para aliviar la situación de las familias y los negocios, mientras en el resto de Europa sí que se estaban adoptando ya estas medidas. A su vez, el Gobierno de Cantabria se lava las manos como Poncio Pilatos y su parte regionalista se limita a mover la cabeza, e incluso a acudir a manifestaciones en Madrid contra su propio socio de gobierno (equilibrismo demagógico que nadie entiende ni aprueba, porque parece una broma pesada al electorado cántabro), pero nada de replantear una coalición estéril ni tomar sus propias medidas en el sentido de un auxilio a los más perjudicados por la situación.

Se entiende, de este modo, la gran importancia del Congreso Extraordinario que nuestro partido celebra en Sevilla los días 1y 2 de abril, para que el presidente gallego Alberto Núñez Feijoo se convierta no solo en líder nacional del PP, sino en la principal esperanza y certeza de todos los españoles para abordar y gestionar con éxito la presente crisis. Pedro Sánchez va por su cuarto año presidencial y no ha gobernado bien ninguno de los cuatro; Núñez Feijoo está en su cuarto mandato en Galicia con el respaldo de mayorías absolutas de sus conciudadanos. Con él, nuestro partido incrementa las probabilidades de éxito, porque precisamente aumenta exponencialmente la percepción de una posibilidad pragmática, centrada y, sobre todo, eficaz. Ahora los españoles saben que pueden elegir el cambio y que el cambio funcionará.

Las consecuencias de la guerra de Ucrania son especialmente graves para Cantabria, por un simple motivo, y es que se añade la mala gestión y la nula reivindicación del Gobierno PRC-PSOE a la general mala gestión y suma desatención del Gobierno POSE-Podemos hacia nuestra tierra. Esta suma es verdaderamente penosa y se refleja en los pobres datos económicos, de empleo y de otros indicadores en que Cantabria se compara con otras comunidades. Incluso los propios proyectos emblemáticos de la coalición regional, como el área logística de La Pasiega o el Museo de Prehistoria, han perdido toda posibilidad de optar a financiación europea y no tienen ninguna garantía de cofinanciación nacional. Hay que recordar el caso de Valdecilla, cuyas obras dejó colgadas de financiación en 2007 el Gobierno del PSOE (con aceptación sumisa de la coalición PRC-PSOE en Cantabria) y que obligaron a que las obras se arrastrasen durante otros diez años, algo insólito y que solo gracias a la decisión de nuestra presidenta María José Sáenz de Buruaga, como consejera de Sanidad, se pudo atajar y concluir.

El retraso de las actuaciones del Gobierno de España se extiende a todo: ferrocarriles, autovías y carreteras, centros culturales, reindustrialización (Podemos pedía 200 millones para un plan industrial del Besaya, lleva en el Gobierno nacional desde 2019 y aún no ha puesto ni un céntimo), medio ambiente (¿qué pasa con la EDAR del Besaya y la verdadera finalización del saneamiento?), etcétera.

La falta de reacción en Cantabria es, por tanto, doble: falta de reacción contundente ante la pasividad de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, por una parte; y por otra falta de reacción en las propias competencias de Cantabria. Pues lo mismo que se han impulsado bonos de compra comercial durante la pandemia se podrían impulsar fórmulas similares para la compra de electricidad y combustible. Algo así acaba de aprobar el Gobierno tripartito de Alemania, mientras que el Gobierno español solo se ha sentado precipitadamente a negociar cuando los transportistas indignados han estado a punto de paralizar todo el país y causar una recesión económica tan gruesa como innecesaria. Porque son golpes que no se deben a la coyuntura económica, sino a la incompetencia política.

Nos preside una persona incompetente, que ha sido troleada por el Gobierno de Marruecos tras intentar compensar las consecuencias de su enorme error de traer clandestinamente a España al líder de Frente Polisario. Ahora Sánchez ha molestado sucesivamente a nuestros dos vecinos principales en el Magreb y está obligando a los españoles a pagar un precio desorbitado y humillante para reparar sus destrozos, rompiendo además con cualquier atisbo de consenso en algo tan importante como es la política exterior de nuestro país.

Por consiguiente, no se trata solo de que las circunstancias internacionales y económicas sean malas, que lo son (y ya lo eran antes de que Putin atacase a Ucrania, por el IPC ya era altísimo antes y la electricidad martirizaba a las industrias cántabras); se trata de que los gobiernos encargados de gestionar con agilidad y de dar respuesta a la ciudadanía no se están mostrando a la altura de los problemas, y actúan con lentitud, y esa lentitud causa muchos daños y destrozos que realmente no eran necesarios y nos los podíamos haber ahorrado: fábricas paradas, obreros en ERTE, flotas amarradas, descenso de ventas, miedo al consumo, deterioro de la capacidad de compra… Un desastre nacional y regional, se mire por donde se mire.

La llegada de Alberto Núñez Feijoo a la presidencia del PP supone, pues, un gran cambio en toda esta situación: hay alternativa, los españoles no tienen por qué resignarse al fatalismo, ni por qué buscar soluciones extremas que ya hemos visto, como en el caso de Podemos, que no son soluciones sino agravamiento de los problemas. España y Cantabria necesitan gestión, necesitan PP.

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