Cualquiera que haya prestado atención al discurso de Alberto Núñez Feijóo en la clausura del XXI Congreso del Partido Popular el domingo pasado, habrá podido constatar que España tiene a su disposición ahora mismo un Gobierno alternativo, con un líder solvente y centrado, con un equipo preparado para tomar las riendas de los asuntos públicos de inmediato y dispuesto a corregir la deriva a la que Pedro Sánchez ha llevado a nuestro país, especialmente desde julio de 2023.

Feijóo aspira a un Gobierno en solitario con amplia mayoría del PP para poner en marcha un programa que atienda las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos: recuperar la calidad de las instituciones democráticas; facilitar el acceso a la vivienda; bajar los impuestos que están innecesariamente altos y dañan a hogares y empresas; lograr salarios dignos con una elevación del mínimo y del suelo medio; propiciar la formación de más médicos para atender las necesidades crecientes de la sanidad pública; desarrollar una planificación nacional del agua que garantice el recurso sin fundamentalismos; reducir la inmigración ilegal y caótica, y organizar la inmigración legal y conveniente para España; reforzar la seguridad en calles, barrios y pueblos; mejorar la inversión en defensa, que es nuestra seguridad y la de Europa frente a las serias amenazas exteriores: y garantizar la enseñanza en español en todas las tierras de España, lo cual es perfectamente compatible con la existencia de соmunidades oficialmente bilingües, tema que Feijóo conoce perfectamente por haber presidido una de ellas con gran éxito.

El Partido Popular, además, no ha puesto ninguna línea roja a alcanzar pactos con otras fuerzas democráticas en la nueva etapa que se abra en España tras las siguientes elecciones. El único límite es la unidad nacional, la convivencia ciudadana y la limpieza de las instituciones, que son de todos: eso no es negociable. Y por ello la exclusión concreta de Bildu mientras esa formación no se distancie con rotundidad de la sangrienta historia de ETA contra la democracia. El PP, en cambio, cree posibles acuerdos incluso con los socialistas, pero por desgracia la filosofía de Pedro Sánchez del «no es no» у su caída en episodios muy serios de corrupción política y de manipulación de las instituciones democráticas han supuesto su autoexclusión como interlocutor. Antes no tenía voluntad; ahora no tiene credibilidad. Es posiblemente con otro PSOE, cuando se reforme el actual si es capaz de ello, con el que habrá que comunicarse en temas de Estado. Estaremos a la ехpectativa, ya que para nosotros España es lo primero.

Sánchez llegó a la Moncloa en 2018 presumiendo de adalid anticorrupción y la abandonará con una imagen de corrupción socialista galopante en máximos niveles del partido y del Gobierno. Dijo que quería abrir una nueva etapa. pero lo único que ha hecho es colonizar instituciones democráticas con sus afines políticos y, con ello. desprestigiarlas y deslegitimarlas ante la opinión pública, tanto española como europea e internacional. El ataque al poder judicial no ha sido solamente un desatino y una falta de respeto a los principios democráticos, sino además un intento autoritario de subvertir valores esenciales.

El desprestigio de instancias tan importantes como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General del Estado o el Centro de Investigaciones Sociológicas, cuyos textos y pronunciamientos son vistos ya con absoluta suspicacia por la mayoría de los españoles, no ha sido más que la extensión a las instituciones de los malos hábitos de Pedro Sánchez desde que hacía campaña por el liderazgo de su partido. Que uno de los dirigentes socialistas tuviera que dimitir ese primer sábado de julio al trascender las denuncias por tratos inapropiados a mujeres, lo dice todo. En suma, los que daban lecciones sobre corrupción y feminismo resulta que tienen que dar explicaciones sobre redes corruptas y sobre el uso de la prostitución y del acoso.

Cuanto más se empecine Sánchez en seguir en la Moncloa, más perjuicio causará a los españoles. Tras siete años en el cargo, y pese a disponer de más dinero que nadie por las subidas de impuestos, los fondos extraordinarios de la UE y la flexibilidad respecto al déficit público, este presidente ha llevado a peor situación los problemas de la vivienda, la falta de médicos, las infraestructuras básicas (recordemos el histórico apagón, o los colapsos ferroviarios y aeroportuarios), la atención a los vulnerables (la aplicación del Ingreso Mínimo Vital está siendo uno de los grandes despropósitos de nuestra reciente historia), la inmigración ilegal organizada por las mafias y muchos otros, como la España rural o el encaje entre formación y sistema productivo para aumentar productividad y mejorar los salarios de los trabajadores.

Precisamente, el presidente Feijóo ha lanzado su propuesta de una amplia mayoría del PP para evitar que España esté tan absolutamente condicionada por minorías que secuestran sin piedad la marcha del país. Una apuesta contundente de los ciudadanos a favor del PP será la mejor garantía para la España democrática.