La parada de un horno de la fábrica de Ferroatlántica de Boo y, sobre todo, el mensaje que lanza sobre el riesgo de inviabilidad de una industria que lleva más de un siglo creando riqueza y empleo en la comarca de la Bahía de Santander, viene a confirmar las advertencias que tanto en nuestra tierra como en el Senado hemos lanzado los que seguimos de cerca la situación. Este es un sector vital para Cantabria, pues representan cerca de un 20% de su PIB y es uno de los principales empleadores de la región: de hecho, la estadística de la Seguridad Social de septiembre muestra que, con sus casi 29.000 trabajadores, la industria manufacturera solo va a la zaga del sector del comercio.

Vivimos legislaturas dominadas por la izquierda y en las que hemos presenciado el catastrófico cierre de Sniace (cuyo porvenir sigue en total incertidumbre cuando se acerca el segundo aniversario de su derrumbamiento) y, hace bien poco, el de Forjas de Cantabria en Reinosa. Se trata de evoluciones negativas que tienen relación directa con la política energética, ambiental e industrial. El detonante de la caída de Sniace fue una alteración de condiciones por parte del Gobierno PSOE-Podemos, que frustró las conversaciones en curso para atraer un nuevo inversor a la fábrica torrelaveguense. En Forjas, la cuestión ha sido el abandono total de la situación y la falta de agilidad para responder al problema de una deuda con la Seguridad Social.

En Ferroatlántica no es menos grave: se trata por un lado del ataque sostenido de Pedro Sánchez a las industrias electrointensivas, encareciendo una factura que supone un tercio de sus costes totales y que las deja en desventaja competitiva dentro de la UE, y por otro lado de la ineficacia del Gobierno de Cantabria a la hora de defender a la industria regional afectada por estas medidas. El Presidente de Cantabria expresa preocupación, pero nunca amaga con romper la coalición con el PSOE si se desprotege esos centenares de empleos industriales (y otros centenares indirectos en servicios y logística, pues no olvidemos que Ferroatlántica es uno de los grandes clientes del Puerto de Santander). Puesto a elegir entre conservar sus altos cargos hasta las siguientes elecciones o conservar los empleos de los trabajadores industriales, los partidos gobernantes se eligen a sí mismos y se limitan a rasgarse las vestiduras. Hay que anotar también con sorpresa la pasividad con la que las centrales sindicales del sector se toman la situación, aunque miles de puestos de trabajo estén directamente en el alero. Cualquier botellón de fin de semana junta más gente y mete más ruido que todos los sindicatos de este sector.

Y es que las amenazas no se detienen aquí. La Unión Europea ha acordado una transición energética y ecológica acelerada, con horizonte 2030 y para ser líderes en descarbonización. Todo eso está muy bien, pero la realidad es que encarecer la producción industrial europea sin simultáneamente exigir una reciprocidad a los países con los que comerciamos lo único que conseguirá será hundir nuestras industrias. Hace pocos días, en estas mismas páginas de “El Diario Montañés”, el ministro de Agricultura español, junto con los de Francia y Austria, exigía “cláusulas espejo” para evitar que la transición ecológica en el campo de Europa sirva simplemente para perjudicar a nuestros productores mientras importamos de fuera de la UE productos más baratos y sin ningún compromiso ambiental con el planeta.

Esta ya nos ocurre también en Cantabria. Algunas de nuestras industrias, que respetan todos los parámetros ambientales y sociales europeos, son perjudicadas cuando incluso nuestras propias administraciones, por razón de precio, prefieren comprar producto asiático, que por supuesto se basa en mano de obra barata y estándares de seguridad y medio ambiente totalmente incontrolables. Así lo único que conseguimos es quedarnos sin industria. Insisto: es una amenaza al 20% de la economía de Cantabria directamente, más el porcentaje correspondiente en servicios a las industrias.

El Gobierno de España quiere ser el más ecologista de Europa, pero sin ser consecuente con esa apuesta. Y ser consecuente significa ir hasta el final en la política elegida. Porque la crisis del covid-19, en la que Europa quedó desabastecida de productos elementales como mascarillas higiénicas y sanitarias, o instrumentales clave como los respiradores, ha puesto de relieve que sería una locura por parte de los gobiernos europeos dejar a los ciudadanos a merced de la agricultura y de las industrias de terceros países, que nos pueden poner de rodillas en cualquier momento. La seguridad del suministro alimentario tiene su paralelo en la seguridad en el suministro de productos industriales. Y si con una carrera irreflexiva que eleva los costes eléctricos y otros costes de transición ponemos a nuestras industrias en desventaja definitiva frente países que no hacen esa transición, o la hacen a desgana, al final cualquier concepto de libertad y soberanía habrá desaparecido, y quienes se queden con la producción hoy nos impondrán mañana los precios.

Europa, tiene que ponerse más seria en defensa de la industria, buscando moderación de costes de transición ecológica y estableciendo barreras arancelarias y jurídicas para los países que viene a competir aquí, pero sin cuidar el planeta el mismo nivel que nosotros nos hemos propuesto. Tiene que haber reciprocidad, se llame “cláusula espejo” o de otra forma. España tiene que ser un país líder en esta defensa, como gran exportador, pero también como gran víctima potencial de una desindustralización básica. Y finalmente, Cantabria no puede seguir viendo los toros desde la barrera y actuar de simple tertuliano de los problemas industriales, como quien está de comentarista de la catástrofe de un volcán. El Gobierno autonómico no está haciendo lo que debería hacer, y de momento lo que percibimos es que la descarbonización se producirá por el método más brutal: la desindustrialización. En el Partido Popular no estamos de acuerdo y no vamos a callar ante estas irresponsables políticas, que solo traer el cierre de las factorías y la ruina para miles de familias.

20211014_Tribuna_Una industria indefensa