Nadie cree que un Gobierno que ahonde en la desigualdad territorial vaya a ser un Gobierno que corrija la desigualdad social

La elección del socialista Pedro Sánchez como presidente del Gobierno pone fin, de momento, al bloqueo institucional que él mismo produjo al presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy en 2018. Ha sido un periodo de inestabilidad total provocada por el PSOE y sus socios por la izquierda y por la periferia. Se da ahora la paradoja de que los mismos grupos que tumbaron hace casi un año el presupuesto nacional para 2019 han sido, en buena medida, los que han votado la investidura. ¿Para qué derribaron entonces aquel Gobierno y han hecho perder al país tanto tiempo? La respuesta es que se trata de mayorías heterogéneas, frágiles y con escaso sentido de la responsabilidad. Hemos oído decir a la portavoz de Esquerra Republicana que la estabilidad de España le importa «un comino». De votos como ese depende la legislatura nacional, ya que el socialismo no ha querido un entendimiento alternativo con el PP y/o Ciudadanos y, en el caso cántabro, con el PRC, al que, por el contrario, ha presionado y amenazado con un ultimátum.

Sea como fuere, la 14ª Legislatura de la democracia se pone en marcha y hay un Presidente elegido que deberá gobernar con plenas facultades. Que lo haga bien o mal será otro asunto. De momento yo soy partidario de dar un cierto margen inicial, como se da a todo gobierno. No porque espere de él grandes cosas, sino porque poner en marcha un mandato lleva algunas semanas y no es posible, salvo casos excepcionales, formular un juicio taxativo solo en cuestión de pocos días. El programa de investidura de Pedro Sánchez era intencionadamente vago y genérico en muchos aspectos, así que es preciso esperar a ver cómo se concreta en la realidad.

De momento, en Cantabria nos corresponde ponernos también en marcha al reactivarse la vida institucional. Los parlamentarios nacionales esperamos un Gobierno de España que gobierne para todos los españoles y que tenga sentido de la realidad. Esto quiere decir que no se pierdan los fundamentos económicos que nos han sacado de una gravísima recesión y que nos sitúan como uno de los países de la UE con más ritmo actual de crecimiento. Y quiere decir también que no se debe gobernar el país perjudicando a unas comunidades para beneficiar a otras. La hipoteca que en este aspecto tiene el Gobierno PSOE-Podemos es bastante preocupante, pues está pactando con representantes soberanistas de algunas de las regiones más ricas de España: si su nivel de solidaridad con las menos ricas se reduce, serán muchos millones de españoles los que verán dañados sus derechos a los servicios públicos y sus posibilidades de progreso económico. Para Cantabria el panorama resulta aún más peligroso. Los meses de Gobierno Sánchez desde 2018 han registrado un visible deterioro económico en nuestra comunidad; por ejemplo, en la industria. Si ahora esas políticas se intensifican, el balance podría ser muy negativo. El voto del PRC contrario a la investidura de Sánchez será alegado por el PSOE como excusa para incumplir un documento de inversiones que, en cualquier caso, no pensaba cumplir. Así que por esta parte los riesgos de un abandono de Cantabria son evidentes.

Ante esta situación, los representantes cántabros tenemos que estar vigilantes y defender el interés de la región, de los ciudadanos y de nuestros sectores económicos y sociales. Tenemos que estar atentos para que no se asfixie fiscalmente a los hogares cántabros. Hay que garantizar que la probable partición de las competencias de Ciencia y Universidades no causa problemas en nuestro sistema de educación superior e investigación científica. Tenemos que velar por el cumplimiento de los compromisos en infraestructuras viarias y ferroviarias, sin las cuales Cantabria es una región en aislamiento relativo y con menos oportunidades que otras. Tenemos que vigilar que las normas de transición ecológica y energética no penalicen a Cantabria ni a sus industrias. Tenemos que exigir que la financiación autonómica garantice servicios esenciales como los del Servicio Cántabro de Salud, la Educación o la Atención a la Dependencia. Tenemos que trabajar a fin de que la estrategia para la España vaciada prevea las circunstancias típicas de nuestros valles interiores y zonas de montaña afectados por la despoblación

A todo esto, hay que agregar un largo etcétera de seguimiento de asuntos vitales: los proyectos culturales en Santander, la reindustrialización del Besaya, el impacto de la política agraria europea, la Formación Profesional Dual… Son numerosos los asuntos cruciales que requieren una atención constante y un trabajo parlamentario que centre al Gobierno en medidas necesarias y que evite que derive aún más hacia situaciones oscuras. Nadie cree que un Gobierno que ahonde en la desigualdad territorial vaya a ser un Gobierno que corrija la desigualdad social. Si las regiones más ricas contribuyen menos y/o reciben más, no habrá programa de igualdad que sea capaz de corregirlo, ya que se afecta no solo a la distribución de recursos sino también, y esto muchos portavoces políticos o sindicales no siempre lo consideran, a la distribución de las oportunidades. El problema de Cantabria no es el PIB por habitante de este o aquel año, sino que cada vez se cierra más su horizonte de oportunidades, y este cierre es lo que expulsa a la gente joven preparada, y mantiene una amplia capa de personas subempleadas para su cualificación académica, o directamente en un paro estructural sin salidas, como ‘ninis’ los más jóvenes, como desempleo crónico en los adultos que han pasado ya de los 45-50 años. Velaremos para que todos estos sectores de la ciudadanía sean atendidos y para que Cantabria no sea perjudicada.