La ministra Ribera es la eurocandidata socialista más ofensiva posible para un electorado que cántabro que viene padeciendo su pésima y radical gestión en las comunicaciones, la industria, la ganadería, el litoral y la propia capital autonómica.

Si hay en la sociedad española algún colectivo de ciudadanos sorprendidos desagradablemente por la candidatura socialista para las elecciones europeas del 9 de junio, ese es el que formamos todos los cántabros. En efecto, la designación de la ministra Teresa Ribera como cabeza de lista del PSOE supone pedir a Cantabria que haga eurodiputada a una política que no ha traído, a lo largo de los años, más que desgracias para nuestra tierra. En estas condiciones, esa candidatura es, específicamente en el caso de Cantabria, una verdadera provocación al electorado.

Hemos de recordar que ya como secretaria de Estado fue la persona que firmó la evaluación negativa que dio al traste para siempre con el proyecto de la Autopista Dos Mares, que hubiese unido en una hora Reinosa con Miranda de Ebro, abriendo al sur de Cantabria un verdadero Santander-Mediterráneo viario. Aparte de las torpezas del gobierno regional de entonces (que no era del PP precisamente), que no supo negociar la situación y se dejó persuadir por la retórica del presidente Zapatero, lo que está claro es que la señora Ribera, como responsable ambiental, no quiso buscar una solución y se limitó al rechazo frontal. Todavía hoy, veinte años después, con la autovía A-73 Aguilar-Burgos a medio construir.

Como ministra la señora Ribera nos ha perjudicado con su actitud ante los problemas energéticos de nuestro sector industrial, que aporta el 20% de nuestro PIB regional y muchos empleos directos e indirectos. Sus cambios legales y manejos regulatorios precipitaron el cierre de Sniace en 2020 (tuvo suerte política, porque el covid-19 nos encerró a todos en casa y limitó las reuniones públicas durante meses), han puesto en largas dificultades la transición energética de Solvay y han condicionado muy negativamente la actividad de nuestras industrias electrointensivas. Por otro lado, su radicalismo demagógico ha causado una lluvia de proyectos eólicos en tramitación ministerial, muchos de ellos disparatados y que han sembrado alarma social en las zonas de montaña y media montaña de Cantabria. Y además, tampoco ha ofrecido la estabilidad necesaria para proyectos de renovables como la ampliación de la central de Aguayo. Balance más negativo y pobre, es difícil de hallar.

Seguramente entre sus desafueros la inclusión del lobo en el LESPRE ha sido una de las especialmente ofensivas para nuestros ciudadanos. Una especie que estaba siendo protegida y controlada adecuadamente se ha convertido en un problema económico y de inseguridad en las zonas rurales. Bajo la amenaza de represalias administrativas y penales, los ganaderos tiene que ver con impotencia cómo miles de cabezas de ganado son devoradas por una población libera sin control ninguno, que además empuja hacia la costa a los jabalíes y algunos grandes herbívoros, multiplicando los problemas en el conjunto de hábitats de Cantabria. Justo cuando necesitábamos atraer gente joven a las labores agrarias, la señora Ribera se ha dedicado a hacerles la vida imposible. Y además con un talante fanático y dogmático que la hace muy inapropiada para tomar decisión alguna en Bruselas, donde este tipo de talibanes políticos poco puede aportar a los graves problemas de nuestro continente.

Y he de mencionar por último el balance oprobioso de la candidata Ribera en el litoral cántabro. Su actitud en la aplicación de la Ley de Costas ha puestos de nuevo en riesgo concesiones de muchos años donde se desarrollan explotaciones agrarias y empresariales, que están amenazadas por la cerrazón de las políticas socialistas. De nuevo la angustia por el futuro ha vuelto a miles de cántabros, por la incapacidad de gestión de esta ministra y la insensibilidad de su jefe, el presidente Sánchez.

Para terminar, porque esta enumeración podría hacerse infinita, quiero recordar la chapuza de las obras del espigón de La Magdalena-Los Peligros. Ella y su partido hicieron todo lo posible para detener un proyecto que venía con el aval técnico del Instituto de Hidráulica Ambiental, uno de los principales centros europeos en el estudio de costas y océanos. Pero al mismo tiempo fue incapaz de quitar el espigón que ya estaba construido: o sea, ni permitió los dos espigones, ni eliminó el que no quería. Y así a la testarudez ideológica se sumó la incapacidad de gestión. Los problemas que eso viene generando en un espacio tan importante para turismo de Santander y parea los usuarios del resto del año es bien evidente y ha sido objeto de muchos reportajes. Un disparate político total.

Es decir, el PSOE pide a los cántabros el próximo 9 de junio que voten a una política que lleva años maltratando a Cantabria, sus comunicaciones, su economía, su ganadería, su turismo y sus actividades tradicionales en la zona costera. “¡Que la vote el lobo!”, dirán muchos con toda la razón del mundo.

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