El periodo socialista de gobierno en España ha representado desde 2018 un completo frenazo a los grandes proyectos estratégicos, y se necesita un gran consenso de región para activarlos.

El PSOE está en el poder central desde junio de 2018. Han transcurrido, pues, cinco años y medio. Por muy mal que salgan sus concesiones a los nacionalistas (con las cuales una mayoría de españoles está en profundo desacuerdo, como reflejan todas las encuestas, incluida las que realizan los propios socialistas), estará aún buena parte de 2024. Y al reflexionar sobre el impacto de ese sexenio radical en los proyectos estratégicos de Cantabria, una conclusión se impone: está representando un completo frenazo y, si no se produce un gran consenso reivindicativo de región como el que encabeza nuestra Presidenta Sáenz de Buruaga, será muy difícil activarlos de forma decisiva.

He tenido una experiencia de primera mano yo mismo como diputado por Cantabria. Al preguntar al Ministerio por sus intenciones sobre la prometida estación intermodal de Adif en La Pasiega, se me responde que aún no hay decisión tomada sobre su viabilidad. Esto, por de pronto, significa que aquí una serie de partidos han estado tomando el pelo al electorado con promesas de pies de barro, que se vendían como con pies de mármol. Y no en temas menores, sino en asuntos tan cruciales como los que afectan a la reindustrialización de Cantabria, el desarrollo del Puerto de Santander y la efectividad de nuestro sistema ferroviario de larga distancia. Es decir, contenidos que atañen a sectores que, sumados, pueden representar prácticamente un 25% del total de la economía de nuestra tierra. Estamos ante un verdadero escándalo, y el perjuicio, aunque solo sea en tiempos perdidos, es ya enorme.

No se trata, ni mucho menos, de un caso aislado de mala gestión. Para completar una lista de diez, voy a referir sencillamente otros nueve casos estratégicos en los que las demoras y paralizaciones suman ya muchos años y ponen los resultados de las inversiones o en la duda total o en fechas remotísimas, que no dan respuesta satisfactoria a la ciudadanía de Cantabria. En suma: que suponen, en la realidad, un ejercicio de indiferencia y discriminación hacia nuestra comunidad por parte de quienes gobiernan la nación.

Las obras del nudo de Torrelavega entre las A-67 y la A-68 acumulan año y medio de retraso. Algo semejante sucede con los accesos a Liébana por el Desfiladero de La Hermida. Han pasado ya tres ministros socialistas en Fomento/Transportes después de que el cántabro Íñigo de la Serna impulsara estos proyectos. El tercer carril Torrelavega-Santander va igualmente con un extraordinario atraso de fechas, y el de la A-8 Laredo-Vizcaya ni siquiera se ha movido políticamente, a pesar de la intensidad del tráfico, los frecuentes accidentes y atascos, y la lentitud con la que hay que circular entre Castro-Urdiales y Múskiz. Tampoco existe compromiso ninguno de terminación de la A-73 entre Aguilar y Burgos, esencial para que Campoo quede a dos horas del norte de Madrid y al mismo tiempo de Logroño (por la A-12 Burgos-Logroño, también afectada por un descomunal retraso). Es decir, ya podemos añadir, a la cuestión de La Pasiega, otros cinco retrasos en proyectos estratégicos de comunicaciones.

Y si nos concentramos en materia propiamente ferroviaria, el naufragio aumenta. El Gobierno de España ni ha logrado financiación en la UE para el tren Santander-Bilbao, ni se ha comprometido a financiarlo él con fondos nacionales. En la conexión con la Meseta (por donde también discurrirá el eje atlántico europeo de la frontera francesa a Portugal), no hay fechas ni compromisos para el TAV entre Alar del Rey y Reinosa. Por otro lado, es bien conocido el absoluto retraso en la ejecución de un importante plan de Cercanías que acabe con la situación lamentable que padecen los usuarios en la actualidad. Y la integración ferroviaria en Torrelavega, cuyo acuerdo entre administraciones se suscribió en Madrid en abril de 2018 con el Gobierno de Mariano Rajoy, aún no ha comenzado ni en sus obras preliminares. Con esto sumen ustedes ya diez grandes retrasos o, más que retrasos, dudas totales de que se vaya a hacer con estas fuerzas políticas en el poder.

Diez problemas como estos ya no permiten hablar de casos aislados, sino de una manera de gobernar que es muy fácil de interpretar: no existe compromiso de la izquierda con los proyectos estratégicos de Cantabria, que la articulen mejor internamente y/o la conecten a los espacios económicos peninsulares para desarrollar todos sus sectores productivos, desde el agrario hasta el industrial y el turismo.

Es evidente que, si estas fuerzas políticas notasen la presión de la opinión pública cántabra, una opinión muy mayoritaria y reivindicativa, no se atreverían a incurrir en una dejadez tan considerable y tan perjudicial para el porvenir de nuestra comunidad. Por cierto que, a la vista de esta situación, quienes optaron reiteradamente por abrazarse al PSOE en Cantabria deberían realizar un gran ejercicio de autocrítica: esto ha sucedido porque se ha tolerado complacientemente durante años y años. Es imprescindible, pues, el alineamiento de todos, o al menos de una mayoría indiscutible, en la reclamación de un cambio de rumbo en el trato que recibe Cantabria. No se puede ocultar una inquietud: que el añadido de más años con esta clase de gobiernos centrales acabe generando una desventaja irreversible de Cantabria como espacio productivo y sostenible, y que la modernización se empantane. Una de las tareas principales que espera a los cántabros en 2024 es, en consecuencia, lograr que esta dinámica exasperante se modifique sustancialmente.

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