El fallecimiento de mi tío Justo de las Cuevas supone para mí una doble y profunda pérdida. En primer término, como persona de su familia: he gozado de su compañía durante innumerables momentos y compartido con él muchas experiencias e inolvidables conversaciones. Era un hombre de extraordinaria perspicacia, buen sentido y, ante todo, buena voluntad, siempre presto a excusar o comprender actitudes ajenas. Deja un gran vacío en nuestras relaciones más cercanas y, aunque objetivamente podemos considerar que ha sido una vida larga y en la que ha estado muy consciente y atento casi hasta el final, el fallecimiento representa que ya no podremos volver a compartir momentos. Esto se vive con la natural tristeza que es parte del duelo y la despedida.
En segundo término, siento su pérdida también como cántabro dedicado en esta parte de mi vida al servicio a la comunidad, a través de la acción política en las instituciones, representando a Cantabria y trabajando por el conjunto de los españoles. Mi tío Justo fue, junto con un puñado de estrechos colaboradores en la Unión de Centro Democrático (UCD), como por ejemplo Alberto Cuartas Leandro Valle, Roberto Saez y Marino Linares , no solo uno de los líderes territoriales de la transición de España a la democracia bajo la dirección del presidente Adolfo Suárez, sino además el responsable de que Cantabria pudiera transformarse en una comunidad autónoma, acorde con su personalidad histórica y sus circunstancias sociales, económicas y culturales. Muchas veces me contó cómo tuvieron que tirar de astucia para que la UCD nacional aceptase la regionalización de Cantabria, cómo convencieron a unos socialistas cántabros que andaban dubitativos sobre la autonomía, encontrado en Jaime Blanco un defensor también de las tesis autonomistas y cómo en aquel tiempo el regionalismo político era una fuerza sin apenas representación ni peso en las decisiones colectivas.
Creo que en la figura de mi tío podemos reconocer ese doble papel de aquellas personas que, tras la muerte de Franco, entraron en la vida política con el doble afán de servir a España, haciéndola democrática y moderna, desde el diálogo y la moderación, y servir también a Cantabria, haciéndola autónoma y dándole voz propia dentro de los territorios que juntos conforman la nación española. Lo primero lo consiguieron con la Constitución de 1978 y los segundo con el Estatuto de Autonomía que entró en vigor a principios de 1982.
La democratización tuvo sus momentos difíciles. Recuerdo la angustia con que vivimos en la familia la situación de la tarde-noche del 23 de febrero de 1981, cuando Justo de las Cuevas, como el resto de diputado del Congreso y el propio Gobierno de España, quedaron secuestrados a punta de pistola por el golpista coronel Tejero y sus hombres, en una total incertidumbre sobre lo que podía ocurrir no solo a los parlamentarios, sino a los propios españoles si se desencadenaba un nuevo ciclo de violencia.
Cuando era niño, acudi junto con mi padre a ver a tío Justo a algunos de sus mítines de UCD, y recuerdo el tono siempre centrado y dialogante con que se planteaban los programas y las propuestas. Eso ha marcado para mí un estándar para la vida pública. El lenguaje puede ser incisivo, pero nunca debe ser ofensivo. El debate ha de ser vivo, pero no encarnizado. Y en las instituciones hay que buscar siempre puntos de consenso y acuerdo, la radicalización y la incomunicación no son adecuadas para la convivencia democrática, porque no generan ciudadanos que se comunican sus diferencias en busca de compromisos, sino tribus que se lanzan unas a otras sus fórmulas dogmáticas, por supuesto sin convencer a nadie que no lo estuviera ya.
Naturalmente, mi tío tenía su propia preferencia de modelo de sociedad, donde la libertad y el emprendimiento destacaban por su importancia, pero donde también tenían cabida la defensa del interés regional y de unos buenos servicios públicos para todos. En suma, una agenda centrista y regionalista, la primera importante que combinó en Cantabria ambos factores llevaba como nombre principal Justo de las Cuevas.
Sin duda, en una vida tan larga se puedan dar todo tipo de peripecias y acontecimientos afortunados o infortunados. Mi tío vivió todo ello y, como cualquier persona, transitó por las alegrías y los disgustos, pero siempre con pasión por la vida, cariño a su familia y un compromiso enorme con la evolución de Cantabria y de España. Miraba atrás con generosidad y agradecido de la oportunidad de haber desempeñado su papel.
Justo de las Cuevas fue el líder en Cantabria del partido que catalizó la democratización de España y la autonomía de nuestra tierra. Su legado debe sopesarse considerando además que su vida en primera línea política fue relativamente breve. Aportó mucho en poco tiempo. Esto debe en justicia valorarse en la hora del adiós.
Para quienes manteníamos con él lazos más estrechos en lo personal, esta memoria de su positiva contribución a la vida colectiva nos sirve de no pequeño consuelo para encajar la tristeza por su fallecimiento. Trabajar por la democracia en España y por la personalidad de Cantabria es un gran legado, en que el que gustoso me reconozco como uno más. DEP querido tío Justo, Te echaremos de menos.