El Gobierno de España es ya un proyecto insostenible políticamente. Puede continuar por intereses de partido de estiramiento de la legislatura, eso es evidente, pero también lo es que cada día que pasa el caos y la desorientación aumentan, poniendo todo mucho peor y haciendo la posterior tarea de rehabilitación mucho más ardua.
El salvaje ataque de uno de los partidos del Gobierno español al Rey por un supuesto desaire a Colombia (la famosa espada de Bolívar) se combinaba días después con el anuncio de unas maniobras militares conjuntas, precisamente no muy lejos de Colombia, entre Venezuela, Rusia, Irán y China. Es la primera vez que esto sucede en Hispanoamérica, pero a los radicales que el PSOE tiene como socios de gobierno no les merece ningún comentario. Mientras, el ejecutivo socialista-podemita impone a los españoles un confuso y por momentos absurdo plan energético para combatir la presión rusa sobre el gas y otros suministros.
Este desorden de política exterior es general. Mientras que España se ha comprometido a un fuerte aumento del gasto militar, camino del umbral del 2% del PIB acordado por los socios de la OTAN, medio gobierno lo rechaza. Al mismo tiempo, se ha dejado completamente abandonada a la causa saharaui, es decir, abandonando España sus deberes éticos postcoloniales, unilateralmente y sin consenso incluso dentro del propio gobierno de Pedro Sánchez. Un gobierno cuya normativa se aprueba con los votos de Bildu, un partido que, por ejemplo, se ha negado a condenar la agresión de radicales al hijo del presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, un buen amigo de Cantabria y de los cántabros.
O con los votos de quienes retuercen las leyes para erradicar la lengua española de las escuelas de Cataluña, vulnerando sentencias judiciales y tratando de imponer una “nacionalización” forzada ya desde la educación infantil, una actitud ante la cual el Gobierno de España deja indefensos a los ciudadanos.
Estamos ante un Gobierno que quiere controlar los libros de historia, los mensajes de Internet, las más altas instancias judiciales, empresas de referencias como Indra y otras y ahora incluso las puertas de los comercios. Un Gobierno convertido en una máquina abusiva de recaudación de impuestos mientras los mercados se debilitan y los trabajadores pierden poder adquisitivo por una inflación de dos dígitos. En muy mal lugar han quedado el Presidente y sus ministras cuando, tras rechazar la propuesta de nuestro Presidente Alberto Núñez Feijoo de rebaja fiscal para ayudar a los ciudadanos a resarcirse del alza de precios, se ha visto como esa es precisamente la línea del canciller socialdemócrata de Alemania, Olaf Scholz.
Tenemos un Gobierno muy desastroso también en algo tan importante como la gestión de los cuantiosísimos fondos europeos que se crearon con motivo de la pandemia. Se acaba de crear un organismo especializado en estos días, a la vista de que la catástrofe se cierne ya sobre estos programas, por la falta de agilidad en su realización. Pero no es extraño que se produzca una pesadilla burocrática cuando todas las semanas se reúne en Consejo una pesadilla política, de personas dedicadas electoralistamente a hacer clientela y empezar guerras culturales, y no a gestionar verdaderamente un país.
Yo sé que hay gente moderada dentro del PSOE, gente con preparación, que observa todo esto con mucha preocupación y disgusto. Que no se siente cómoda en coalición con extremistas y en consensos con gentes que quieren destruir la España democrática, y sacrificar la convivencia a sus delirios de nacioncitas, cuando la guerra en Ucrania ha demostrado que, o los europeos nos unimos más en estructuras supranacionales, o las vamos a pasar canutas. (Y de paso se ha visto el enorme error cometido por aquella ajustada mayoría de ciudadanos británicos que en 2016 prestó oídos a los demagogos del Brexit. Ha sido la equivocación de sus vidas y ha envalentonado a personajes como Vladimir Putin, que piensan que la Europa liberal está “degenerada”).
Este Gobierno ha fracasado en casi todas sus iniciativas más publicitadas. La aplicación del Ingreso Mínimo Vital está resultando totalmente kafkiana y debería ya haber ocasionado el cese del ministro, porque se puede fallar a los ciudadanos, pero fallar a los más vulnerables resulta especialmente insidioso. El fracaso del IMV es la “prueba del algodón” del falso progresismo del Gobierno, que solo es radicalismo, desorden y propaganda para nutrición de sus medios afines.
Y el conjunto de medidas energéticas ha vuelto a demostrar la falta de todo en el Consejo de Ministros. Unas medidas imposibles de aplicar en la normalidad cotidiana, contraproducentes, y que por tanto no van a cumplir ningún objetivo significativo. Unas medidas impuestas dictatorialmente sin diálogo ninguno con los productores, con los consumidores, con las administraciones autonómicas y locales, con las universidades…
Cada vez más españoles, también numerosos dentro de la izquierda moderada, entienden que es cada vez más urgente y necesario el relevo hacia un liderazgo centrado y pragmático, eficaz, como el que representa el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijoo. Hay que poner España en orden, asegurar que sale fortalecida de las tormentas que se avecinan de tipo económico y geopolítico, e impulsar una verdadera agenda de reformas que no sea convertir el BOE en un mitin. Hay mucho por hacer en materia industrial, tecnológica, formativa, científica y fiscal para que España pueda dar un salto adelante y que los españoles tengan acceso a empleos de alto valor añadido, con sueldos mejores y horizontes de vida más estables. Solo un partido serio y gestor como el Partido Popular puede ofrecer hoy esos horizontes.
20220825_DM_La necesidad de un relevo en España_1