España es uno de los grandes destinos turísticos del mundo. Cantabria es, ya desde mediados del siglo XIX, uno de los destinos más sobresalientes del turismo en España, y la evolución de su economía ha reforzado esa importancia del sector para el bienestar de toda la región, tanto en las ciudades como en las comarcas rurales. Nuestra tierra ofrece una calidad incomparable para el turista, calidad que es el resultado conjunto de valores como la belleza, la seguridad, la no masificación, el patrimonio natural e histórico, el respeto ambiental, el carácter tranquilo y hospitalario de los cántabros, las numerosas actividades posibles en entornos muy variados, y unas comunicaciones muy mejoradas que facilitan el desplazamiento de las personas.
Este sector es importante no solo por lo que en sí mismo puede mover en instalaciones como los hoteles, campings o apartamentos, en bares y restaurantes, o en alquileres, sino que constituye un gran movilizador de otras actividades: el comercio minorista; los centros culturales y deportivos; las estructuras para congresos y grandes reuniones; la vida del puerto y el aeropuerto con todos sus empleos asociados; la artesanía y la venta de producto local de “souvenir”, a menudo agroalimentario; el complemento a la renta agraria en los pueblos; la propia venta de combustibles o accesorios de automoción; la financiación de transportes públicos con mayor ocupación, como los autobuses municipales o los ferrocarriles; las ventas de mataderos y de lonjas para alimentar a una población flotante considerable… Se trata, pues, de todo un sistema interrelacionado en torno al hecho turístico esencial, que es la visita y la pernoctación. En ese sistema se juega buena parte del bienestar anual de Cantabria y de miles de empleos conectados con ello.
El shock del Covid-19 ha afectado de modo muy directo a toda esta red productiva y de puestos de trabajo. El temor y la pérdida de movilidad provocaron el desplome simultáneo de la demanda y de la oferta. Ahora es obligación de todos hacer que este sector llegue a 2021 en condiciones de aprovechar un despegue que, sin duda, se producirá con fuerza, pues el movimiento turístico es uno de los grandes hechos sociales de nuestro tiempo (la gente quiere viajar y no renunciará a un ocio fuera de su localidad de residencia) y tanto España como Cantabria seguirán conservando su atractivo, tanto para el viajero internacional como para el nacional (pues se trata de un atractivo que no se agota en un solo viaje, sino de una riqueza tal, que invita a explorar y repetir).
Algunas medidas del Gobierno PSOE-Podemos-IU no han sido acertadas y se han debido medio rectificar. Me refiero a la cuarentena que se quiso imponer de 14 días a los visitantes extranjeros. Era una locura y produjo la inmediata, y esperable reciprocidad de Francia: si no se puede pasar el Pirineo hacia un lado, tampoco hacia el otro, entre otras cosas porque Francia tiene una tasa de contagio y fallecidos, en relación con la población, inferiores a las españolas (y por tanto objetivamente era más peligroso para Francia dejar entrar españoles que para España dejar entrar franceses, si nos atenemos simplemente a las estadísticas por millón de personas, tal como estaban el 27 de mayo: unos 2.200 en Francia por más de 5.000 en España, y 433 fallecidos en Francia por 598 en España. Por el contrario, Francia y el Reino Unido han mantenido conversaciones constructivas sobre la circulación de sus nacionales a medida que se pase a la desescalada.
La rectificación del Gobierno viene a mostrar uno más de los pasos en falso que viene dando en relación con la vida económica y, concretamente, con el turismo, donde se ha llegado a generar considerable confusionismo, por ejemplo relativo al uso de las playas, algo que en España no es ni mucho menos una cuestión menor; o por ejemplo sobre el porcentaje de ocupación autorizada en las terrazas de la hostelería.
Para Cantabria es totalmente básica, como se ha indicado desde el sector, la conversión de su categoría sanitaria en un sello de seguridad turística, así como el refuerzo de todos aquellos aspectos adicionales que confieren seguridad psicológica al turista potencial: certificaciones de desinfección, disponibilidad de elementos de protección, limitación de la agrupación de personas, y una buena imagen de protección y equipamiento de los profesionales. Asimismo, es importante la claridad y transparencia en la información sobre las actividades permitidas, desde visitar museos hasta las excursiones en barco, asistir a conciertos o teatros y el protocolo para fiestas patronales en los meses más intensos de vacaciones. Desde el PP cántabro hemos propuesto también esta semana una modificación legal que alivie, en estas circunstancias excepcionales, la presión normativa sobre hoteles y campings en cuanto a requisitos legales para su funcionamiento.
Pero no hay duda de que las decisiones clave se han de tomar por el Gobierno de España, que sigue tomando las medidas esenciales de orden sanitario y de ordenación de los sectores económicos, los transportes, etcétera. No puede haber ahora mismo, en materia turística, otra política que la de salvar el segundo semestre del año, con turista progresivamente internacional pero, sobre todo, regional (el santanderino que sube a Campoo, el campurriano que baja a Santander) y nacional, y promocionar un buen 2021. Naturalmente, los meses perdidos no son recuperables, en buena medida, y por tanto medidas excepcionales de apoyo al sector continuarán siendo necesarias, tanto en el plano nacional como en el autonómico y en la propia gestión de los ayuntamientos. En todos estos planos desde el Partido Popular estamos plenamente comprometidos con el resurgimiento del sector turístico.