El cambio de Gobierno en España es un complemento necesario y fundamental para el éxito de la nueva etapa que el 28M ha abierto por decisión de los cántabros
Encabezar la candidatura del Partido Popular de Cantabria al Congreso de los Diputados el próximo 23 de julio es un reto que asumo con la máxima ilusión, responsabilidad y humildad, y con la debida gratitud a nuestro presidente Alberto Núñez Feijóo y a nuestra presidenta María José Sáenz de Buruaga, por confiar en mi persona para este nuevo cometido. En la legislatura recién terminada, he ejercido con orgullo de cántabro la representación de mi tierra en el Senado, la cámara territorial de las Cortes. Han sido cuatro años de actividad pública, después de más de dos décadas trabajando como directivo dentro de un importante grupo industrial en el sector privado. Esta combinación de experiencia política y empresarial, de conocer, por un lado, lo administrativo e institucional y, por otro, el día a día de fábricas, logística, inversiones e innovaciones, es algo que me ha proporcionado una visión amplia, con la que servir cada día más y mejor a Cantabria y a España.
Me considero una persona centrada, defensora de Cantabria y especialmente interesada en el desarrollo de la industria, la investigación, la tecnología y todo aquello que supone ganar el futuro. El año pasado falleció mi tío Justo de las Cuevas, quien, como presidente de la gobernante UCD, promovió en 1981 el Estatuto de Autonomía para Cantabria. Siempre he vivido en mi casa el autonomismo y la convicción de que el autogobierno es una ventaja para nuestros ciudadanos, un medio para que nuestros problemas estructurales sean mejor abordados.
España y Cantabria se hallan ahora ante un momento crucial. Es un momento de cambio, de volver a centrar el país y de abrir nuevos horizontes nacionales y regionales, con políticas más eficaces, menos radicales y más ágiles dentro de la construcción de una Europa común. El Partido Popular es europeísta, muy español y, en Cantabria, muy cántabro. El voto de los cántabros el pasado 28 de mayo ha permitido que, dentro de escasos días, María José Sáenz de Buruaga se convierta en la primera mujer presidenta de nuestra comunidad autónoma, lo que supone un hito histórico. Con su empuje, su experiencia y su talante negociador, iniciará una nueva etapa para nuestra tierra en aspectos fundamentales: economía y empleo, sanidad y servicios sociales, educación y ciencia, fomento de la vida empresarial, vivienda, desarrollo rural, innovación tecnológica, ordenación del territorio, transición energética y muchos otros puntos de su agenda presidencial.
Es fundamental que la nueva Presidenta pueda realizar su plan de desarrollo de Cantabria contando con la colaboración leal y con el interés activo del Gobierno de la Nación. Para alguien que, como yo, ha pasado cuatro años en el Senado trabajando desde la oposición para que dicho Gobierno atendiera nuestros problemas de comunicaciones, de industria y de mundo rural, la conclusión más evidente es que las soluciones no vendrán de Pedro Sánchez ni de Yolanda Díaz. Han tenido cinco años para demostrar compromiso por Cantabria y su balance es parco. Si quitamos las obras y proyectos que heredaron del Gobierno de Mariano Rajoy en 2018, el balance positivo de este quinquenio escorado a la izquierda radical es en realidad casi cero.
Por lo tanto, necesitamos que Alberto Núñez Feijóo gobierne, y que lo haga con la mayoría más amplia posible, lo que idealmente significa lograr un gobierno monocolor del Partido Popular.
Pero no solo necesitamos ese Gobierno nacional del PP por egoísta interés de Cantabria, porque sea bueno para nosotros, sino también porque es bueno para todos, es decir, que España lo necesita. Desde hace cinco años, la mayoría de los españoles está sometida a los caprichos ideológicos extremos de verdaderas minorías, con una actividad legislativa totalmente chapucera, como la catastrófica ley del “solo sí es sí” (corregida solo gracias al PP), la educativa, la universitaria, la de vivienda y muchas otras. Se han abaratado penalmente los desafíos a la Constitución y los delitos de corrupción, y se ha intentado ocupar el Poder Judicial para convertirlo en el brazo togado de un partido político. Por otro lado, somos uno de los países con peor ejecución de los fondos extraordinarios habilitados por la Unión Europea con motivo de la pandemia: nuestro puesto es el duodécimo, muy por detrás de naciones como Francia o Italia. Hay una clara ineficacia política y administrativa, como se evidenció en los trenes de Cantabria y Asturias que no iban a caber por los túneles.
España necesita también un Gobierno del PP para derogar el legado más peligroso del sanchismo: el intento de dividir a los españoles en buenos y malos, y por tanto de reproducir escisiones históricas fatales de nuestra sociedad. Nosotros no participamos de esas ansias de polarización y de enfrentamientos, sino del deseo de los españoles de relacionarse, con sus diferencias de opinión, dentro de un marco común de aceptación mutua y de respeto a los valores constitucionales. Y, naturalmente, en una legislatura donde la voz cantante ha sido la de Iglesias y Montero, la de Otegui o la de Rufián, son precisamente los valores constitucionales los que se han visto tensionados. Un último legado de Pedro Sánchez es cruzar, en política, la línea roja que separa la exageración retórica de la mentira descarnada. La exageración se puede y debe contextualizar en el calor de un debate, pero la falsedad no es admisible. Hacer muchas y muy importantes cosas en sentido totalmente contrario a lo prometido es deshonesto: con ello la política tira al cesto de los papeles cualquier relación ética entre gobernante y gobernado. El señor Sánchez no le ha dicho la verdad ni al médico.
El Partido Popular es la alternativa del gobierno, como señalan de manera creciente todas las encuestas, por la buena razón de que es un partido centrado, en cuyo programa y estilo pueden sentirse representados, tranquilos y seguros, muchísimos españoles. Así pues, para España y para Cantabria el 23J es un día clave, y animo a todos a participar en este momento de cambio.