Cuando un medio de comunicación riguroso como este destaca en titulares que “los grandes deberes de Madrid en la región siguen pendientes un año más”, no se necesita mayor prueba del rotundo fracaso de Miguel Ángel Revilla y del PRC. Llevan en coalición con el PSOE desde 2015, es decir, ya camino de los seis años; y contra el PP nacional y en complicidad con el PSOE de Pedro Sánchez desde aproximadamente la misma fecha.
Este titular venía a continuación de otro que la víspera había proporcionado el propio Presidente de Cantabria: el “hachazo de 30 millones de euros” que, según él, nuestra tierra ha padecido en la asignación por el Gobierno Sánchez de fondos europeos para las consecuencias del covid-19.
Así pues, la permanente alineación regionalista con el PSOE, apenas encubierta con ocasionales gestos para aplacar a una opinión pública crecientemente indignada, es un error garrafal que está dañando el presente y el porvenir de Cantabria. No es casual que una de las primeras movilizaciones del año se hiciera para quejarse, ante la sede del Gobierno autonómico, de la constante expulsión de jóvenes cántabros fuera de la región.
Esta falta de oportunidades es consecuencia de la mala gestión del regionalismo y el socialismo. No han sido capaces ni de agilizar las grandes inversiones necesarias en nuestra comunidad, todas pendientes y muchas en mero papeleo de resultado incierto, ni de impulsar decididamente el cambio de modelo económico. Datos como la vergonzosa evolución del gasto en I+D+i en estos últimos años “progresistas” lo dicen todo. Datos también recientemente publicados, como el estudio de Icane sobre el modelo económico, o la evolución del PIB per cápita de Cantabria comparado con el de Castilla y León o el del País Vasco, abundan en la misma conclusión: nuestra región no tiene una fórmula de gobierno eficaz y no se están obteniendo soluciones ni resultados. Se ha trabajado la propaganda, pero no la realidad.
Todo esto podría ser diferente hoy mismo si el regionalismo ejerciera de lo que dice que es, pero no demuestra ser: instrumento de defensa del interés cántabro. No lo demuestra, porque los no-resultados son infinitamente mayores que los resultados. Y después de seis años ya no hay excusas ni explicaciones que valgan. La fórmula solo funciona para sus directísimos beneficiarios.
Y es que la alianza de dos modos políticos como el regionalista y el socialista no puede dar buenos frutos. En la parte socialista, se trata de la hipertrofia de lo burocrático y de imponer una obsesión ideológica trasnochada en casi todas las actuaciones importantes. Es una gestión antigua e ineficiente, con un alto coste tanto en listas de espera sanitaria como en calidad educativa y en desatención a personas dependientes, por no hablar de la falta de oportunidades laborales para los desempleados de la región, de los que la mitad tienen más de 45 años y van a ser los abuelos pobres de pasado mañana.
En cuanto al regionalismo, se ha especializado en promesas tremendistas, que jamás se cumplen y no hacen sino jugar cruelmente con las ilusiones de la gente: tres centrales eléctricas en el Besaya; 2.000 puestos de trabajo en minas de zinc; ahora 9.000 en una fábrica de baterías; más tarde un tren de alta velocidad que Bilbao; una autopista de Campoo a Miranda de Ebro; un polo mundial de hispanismo rehabilitando todo el complejo del Seminario de Comillas; un millar de generadores de energía eólica; el mejor puerto deportivo del Cantábrico en Laredo… Mientras tanto, el desarrollo de suelo para empresas se paraliza en tramitaciones eternas y reductoras de superficie, como La Pasiega o Las Excavadas. Sniace cerró, entró en liquidación y ahora le sigue Lignotech. El impulso a la FP y particularmente a la realizada en empresas avanza, cuando lo hace, a paso de tortuga. No hay verdaderas estructuras de capital-riesgo ni de apuesta por la sociedad del conocimiento. Y así podríamos seguir en muchísimos sectores.
En todos los campos que examinemos aparece el nulo resultado de la fraternidad regionalista y socialista. Inversiones aplazadas una y otra vez; cierre de horizontes para los desempleados, sean jóvenes o de edad madura; desarrollo a menos ritmo que nuestro entorno de autonomías; agenda política fantasiosa o ideologizada y con objetivos solamente propagandísticos; ineficacia creciente de los servicios públicos, y para ejemplo la vacunación contra el covid-19.
Este año sobrevendrá una decepción añadida: ver a Cantabria relegada en el reparto de los 70.000 millones de Bruselas. Seguramente los socios de Gobierno tratarán de vender las migajas como grandes logros. Pero la verdad es que algo que lleva seis años sin funcionar, ¿por qué milagro iba a funcionar ahora? La sistemática negativa del PRC a defender a Cantabria es la causa principal de esta situación. Que además tiene visos de prolongarse hasta 2023. Y sin ninguna necesidad, porque este sufrimiento de la región es pura decisión política de un partido, y concretamente del político que lidera indiscutido ese partido. Solo una reacción de la ciudadanía puede hacerles replantear esta deriva, de resultados paupérrimos e indefendibles.
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