Hemos empezado a preguntar en el Senado, y lo reiteraremos cada dos meses, por los fondos europeos que el Gobierno de España está asignando a Cantabria desde las líneas extraordinarias de ayuda, establecidas por Bruselas para combatir la crisis consecuencia de la pandemia que aun estamos padeciendo.
Personalmente, estoy más que preocupado por la sucesión de acontecimientos. El primero de ellos, el oscurantismo del Gobierno PSOE-Podemos que el PRC apoya regularmente con sus votos. No hay manera de saber a qué se van a destinar los dineros europeos ni cómo ni cuándo ni cuánto recibiremos los cántabros. Y esto es muy poco serio cuando se cumplen ya prácticamente dos años de la declaración de pandemia. El Gobierno de España es un desastre de grandes proporciones en este aspecto.
El segundo acontecimiento, a finales de 2021, fue la confirmación por la Comisión Europea que no habrá conexión ferroviaria de Cantabria con el Corredor Atlántico de la Red Transeuropea. Es decir, nuestros futuros trenes para llegar a esa red no cuentan con el impulso financiero extra que permitiría ejecutarlos con cierto ritmo para no quedar una vez más en desventaja. La explicación de Bruselas fue muy clara: el Gobierno de España, es decir, PSOE-Podemos, no ha mostrado ningún interés en incluir a Cantabria en ese mapa. Esta es una flagrante vulneración del acuerdo de investidura de Miguel Ángel Revilla con el PSOE, porque en la práctica significa que el ferrocarril rápido con Bilbao no va a llegar ni en 30 años a Cantabria. ¿De qué sirven acuerdos de esa naturaleza, más que como hojas de parra para tapar un crudo reparto de poder dando la espalda a las necesidades de la ciudadanía?
El tercer acontecimiento fue la total ineficacia a la hora de tramitar la instalación de terapia de protones en Valdecilla. Hace tres años anunciaron (una consejera del PSOE, por cierto) que tenían un preacuerdo con una empresa para un modelo de colaboración público-privada. El año pasado, en cambio, dijeron que sería todo público y con cargo a fondos de la UE. Ahora año y pico más tarde admiten que no llegarán a tiempo para asignar a los protones los fondos europeos previstos, por lo que se pagarán del presupuesto corriente de Cantabria (quitándoselo a futuras necesidades sanitarias alternativas, como la Atención Primaria, naturalmente). Es decir, de nuevo vemos cómo Cantabria, llevada por el entreguismo del PRC a los socialistas, pierde cuantiosos fondos de Bruselas para proyectos estratégicos.
Pero el acontecimiento más chocante es sin duda el formato de entrevista-catástrofe del presidente Revilla con la vicepresidenta Calviño. Cuando la coalición PRC-PSOE anunció que La Pasiega y el MUPCA se realizarían a corto plazo gracias a que optaban a los fondos europeos, todos creímos que eso ya lo tenían hablado y acordado con el Gobierno de Pedro Sánchez, y que cosas de esa naturaleza no se dejan a informe de un jefe de negociado en Madrid. Pues nos equivocábamos: no habrá fondos de la UE ni para La Pasiega ni para el MUPAC, lo que significa que una parte muy cuantiosa de dinero que podría haber venido a Cantabria ahora se ira a otras comunidades. Dado el oscurantismo de Sánchez y Díaz, es seguro imaginar a qué comunidades en concreto irá lo que tendría que haber venido a Cantabria.
Lo que se pone de manifiesto en todas estas situaciones es que el PRC no está sabiendo plantearle las necesidades de Cantabria al Gobierno de España. No acierta ni en la argumentación ni en la presión. En la argumentación, porque nunca se la compran. En la presión, porque Pedro Sánchez no tiene el más mínimo temor de lo que el PRC pueda hacer si se incumplen compromisos y expectativas. Dada la aritmética parlamentaria, ello significa que Cantabria está inerme, porque el único que está en disposición de ejercer presión efectiva (rompiendo la coalición porque no funciona) se niega a ejercerla.
Tenemos que hacer el ejercicio de imaginación de pensar en los muchos millones de Bruselas que hubieran venido a ferrocarriles, suelo industrial o instalaciones culturales si lo que el PRC alega como base de su pacto, la utilidad del mismo, hubiera sido verdad. Ahora, lo que tenemos son, como siempre, cataplasmas para bajar la fiebre y unos horizontes larguísimos y paupérrimos que en nada servirán al desarrollo de Cantabria, mientras que las regiones vecinas sí tienen, todas ellas, conexión a Corredor Atlántico, y suelo industrial nuevo, y proyectos culturales nuevos, y más cosas aún, como es fácil verificar solo con echar una ojeada a las portadas de sus periódicos (allí el AVE no llega a Altube ni a Pajares, llega a Bilbao y a Gijón).
Así pues, vamos camino de la tragedia con los fondos europeos, por la combinación de oscurantismo PSOE-Podemos y de pasividad aplaudidora del PRC. Cantabria hubiera necesitado una gran inyección de dinero de Europa para llevar a cabo la transformación de su estructura económica y todas las transiciones que necesita en materia industrial, tecnológica, agraria y de servicios avanzados. En cambio, solo va a recibir migajas del presupuesto nacional. Lo que prometa ahora el líder del PRC no sirve.
Después de 40 años en las instituciones, ya no hay promesas que valgan. ¿Dónde están las soluciones funcionando? Esperemos que la reacción democrática del pueblo cántabro en 2023 sea contundente y decisiva, porque así la región no debería seguir, si sentimos algún aprecio por lo que es de todos.