Es fundamental afrontar la crisis económica desde el consenso y es hora de repasar el tiempo perdido por Cantabria desde que el PSOE volvió a La Moncloa en 2018.

La invasión rusa de Ucrania está causando una gravísima crisis económica que va a marcar este año 2022 y muy probablemente 2023. Si España ya tenía problemas con la recuperación post-covid19, por su inoperancia en el uso de fondos europeos y unas políticas energéticas y fiscales contrarias a la industria y al comercio, el golpe de Putin se lo pone aún peor. Y para Cantabria esto significará un doble problema. Primero, como parte de España. Segundo, como agravamiento de su debilísima recuperación, pues según la AIReF ya nuestra comunidad era, al terminar 2021, una de las de menor crecimiento económico, prácticamente un ritmo la mitad que el nacional. Los deberes no hechos por España pasan ahora una gran factura; los no hechos por Cantabria colocan a la región al borde del k.o.

Es hora para un estadista que sepa anudar un pacto político y un pacto social que permita a España navegar una tormenta tan devastadora durante dos o tres años. Pero lo que hemos visto desde mayo de 2018 en la izquierda española es una tentación ideológica -sectaria de alto voltaje en casi todas las políticas, desde la educativa hasta la energética y medioambiental, así como la de infraestructuras o el reparto de los fondos de Bruselas, o también la instrumentalización electoral de la memoria histórica o de la protección de la fauna silvestre ibérica. Llevamos casi cuatro años viviendo en un sistema demagógico en el que incluso el ministro de Consumo ha desacreditado internacionalmente la industria cárnica española, o donde varios miembros del gabinete, con claros tics estalinistas, se han resistido a la ayuda de nuestro país al agredido pueblo ucraniano. Así pues, la posibilidad de que Pedro Sánchez se convierta súbitamente en un estadista capaz de articular otros Pactos de La Moncloa parece algo, hoy por hoy, bastante remoto. Es en estos momentos cuando se puede percibir mejor la diferencia que marcaría un Gobierno español presidido por Alberto Núñez Feijoo, en cuanto a procurar dicho pacto transversal.

El actual Gobierno español entiende el pacto de una manera bien singular: toma sus decisiones a su propio gusto y luego pide a los demás que se lo apoyen con los ojos cerrados. Por el contrario, un verdadero estadista escucha propuestas de otros, buscan zonas intermedias de acuerdo y valora el que las medidas salgan con un amplio respaldo político y social.

Es hora también de que haya una filosofía de estadismo en Cantabria. Porque ahora que la coyuntura económica se vuelve crítica y que los presupuestos públicos, en cuanto a previsiones, se echan a temblar, es cuando mejor podemos entender las enormes consecuencias, negativas, de la pasividad del Gobierno de Cantabria desde 2018 a la hora de recabar las inversiones del ejecutivo nacional. Ahora que vienen serios problemas presupuestarios, resulta que no tenemos asegurado nada de nada: ni el tren Palencia, ni el tren con Bilbao, ni las Cercanías, ni la integración ferroviaria de Torrelavega, ni el tercer carril Laredo-Vizcaya (¡ahora dicen que igual dibujan un túnel!), ni el Santander-Torrelavega (otro en mero papeleo), ni los muchos tramos que faltan entre Aguilar y Burgos, ni la financiación de La Pasiega (no consignada en absolutamente ninguna parte y que se ha quedado sin dinero de Bruselas), ni la del MUPAC (que tiene pinta de que no se hará nunca); e incluso lo de la terapia de protones en Valdecilla es algo que corre peligro de quedar en el limbo para muchos años. Todo lo que tenía que estar en marcha está aún sin empezar, y por tanto sin fecha para terminar, y ahora llega el problema de Rusia: todo el precioso tiempo perdido por el gobierno de Revilla es una losa de granito sobre las espaldas de Cantabria.

Necesitamos, pues, sentido de estado en España, para procurar que el impacto económico del problema ruso se afronte de una manera equilibrada, efectiva y solidaria. En la atención a las empresas y al empleo, y además en el necesario impulso a un mayor compromiso de defensa dentro de la OTAN, con el objetivo a medio plazo de cumplir con el 2% del PIB que ya hace años se estableció como referencia para poder proteger a los europeos frente a agresores tan dañinos como Rusia, que no ha dudado en amenazarnos con bombas atómicas. No he visto a Pedro Sánchez ni a su equipo una actitud adecuada. Muy al revés, quiere aprovechar la guerra de Ucrania para camuflar su desastrosa gestión económica, consecuencia de los excesos ideológicos y de sus compromisos con las fuerzas políticas más radicales.

Y necesitamos sentido de Estado en Cantabria. El listado de fracasos es tan descomunal (especialmente en relación con el desaprovechamiento de fondos europeos extraordinarios), que, sin un planteamiento realmente nuevo de la autonomía, como el que viene proponiendo nuestra presidenta María José Sáenz de Buruaga desde hace muchos meses, la debacle de estos tres años del PRC-PSOE será aún más pronunciada y sus consecuencias en el tramo final del mandato rozarán lo verdaderamente dramático. Encastillados en una mayoría absoluta de conveniencia, nunca se han dejado ayudar. Es de temer que sigan con las orejeras puestas hasta las elecciones autonómicas de 2023.

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