La fuerte rebaja en la previsión de crecimiento económico pone en peligro las ya magras inversiones del Estado en Cantabria

 

La economía española retrocedió casi un 11% el año pasado, más de lo que cayó en los años 2008-2013 ; este parámetro deja bien patente  la magnitud de la crisis en que estamos inmersos.  Y hace pocos días, el Gobierno PSOE-Podemos ha rebajado sustancialmente sus previsiones de crecimiento para 2021: de un aumento de 9,8% que inicialmente estimaba ha caído a un 6,5%. Esta reducción de 5,2 puntos porcentuales, traducido en euros, significa que se producirán 59.000 millones menos de lo anunciado en un principio. Es una cantidad enorme, que equivale al presupuesto autonómico de veinte Cantabrias. Una desviación a la baja, pues, muy preocupante.

La propaganda habitual del Gobierno de España ha tenido que plegarse una vez más a la realidad, que ya venía observando los economistas de reputadas instituciones: La Comisión Europea, el FMI, la OCDE, el Banco de España… Todos ellos advertían a Pedro Sánchez de que la idea de un 9,8% de crecimiento este año resultaba ya totalmente fantasiosa. Y así ha sido. Las razones: la evolución de la pandemia, que sigue siendo discutiblemente gestionada, y la incapacidad de las administraciones para emplear rápidamente fondos europeos (que no serán efectivos hasta 2022). Sin duda hay un problema en la gestión europea de las vacunas y las ayudas: demasiado espíritu burocrático y reglamentismo en comparación con lo que se necesita en una emergencia histórica como la actual, lo que hace que los países anglosajones nos estén sacando los colores tanto en inmunización como en reacción económica. Pero también hay, añadido, un problema nacional, que es la falta de liderazgo del Gobierno de España en lo sanitario y en lo económico.

El caso es que los Presupuestos Generales del Estado actualmente vigentes, los de 2021, fundaban su capítulo de ingresos, soporte del capítulo de gastos, en un crecimiento de la economía cercano al 10%. Pero la economía no va a crecer en 112.000 millones de euros, sino en bastante menos, y por tanto todos los aumentos de ingresos (vía rendimiento tributario de más vida económica) y reducciones de gasto (al ser necesarias menos ayudas públicas al desempleo y otros conceptos) han quedado descabalados.

Y esto a su vez significa que las partidas de inversiones prometidas a Cantabria, en presunto cumplimiento del pacto PSOE-PRC que rige en Madrid y en Santander, previsiblemente no se vayan a ejecutar, o se vayan a trasladar muchas actuaciones a 2022 y 2023. Es decir, si ya los compromisos eran pequeños en 2021, la ejecución puede ser todavía mucho menor. No existe, por cierto, garantía de continuidad el año próximo, pues los socios predilectos en que se basa el PSOE, es decir, la extrema izquierda y los independentistas catalanes, no configuran ningún panorama estable para otro ciclo presupuestario. De hecho, se empieza a hablar ya en Madrid de un posible adelanto de elecciones generales a 2022.

Es decir, el parón de inversiones en Cantabria provocado por la moción de censura de mayo de 2018 contra el Gobierno del PP puede agravarse como consecuencia de la caída de expectativas de crecimiento de la economía española, que dejan en papel mojado muchas estimaciones de ingresos. Y no estoy viendo en el Gobierno de Cantabria ni conciencia de este hecho ni una adecuada presión al Gobierno Sánchez para que se respeten los compromisos con nuestra comunidad. Más bien al contrario, nuestro Gobierno regional es un dócil seguidor de los vaivenes de la Moncloa.

Todos los cántabros hemos de tomar conocimiento de que no solo empeora la situación objetiva por las irregularidades en el proceso de vacunación y en la gestión del ritmo de ayudas europeas, sino que además el Presupuesto del Estado, como instrumento para generar inversión en un contexto de pobre crecimiento de la economía, ha quedado muy mermado. Y Cantabria puede ser una de las grandes víctimas de este recorte que sobre la marcha se va a producir durante la ejecución de la ley presupuestaria.

Es imprescindible que Cantabria tome posición ante las probables consecuencias de esta alegría propagandística con la que el Gobierno de la izquierda elabora sus fabulosas cuentas económicas o incluso las sanitarias. Ya nuestra región va, desde 2018, rezagadísima en todos los proyectos de infraestructuras que son vitales a su modernización económica, es decir, a las oportunidades laborales y profesionales que se podrá ofrecer a los cántabros desde su sistema productivo. Bajar aún más el tono en ese ritmo de inversión sería un golpe del que Cantabria se recuperaría muy difícilmente y que esta región no se merece.

Son muchos los golpes del Gobierno de Pedro Sánchez y sus socios  a Cantabria en estos tres años. Al abandono presupuestario y la ralentización de proyectos hay que añadir el golpe a las industrias electrointensivas; el que se dio a los concesionarios de vehículos y fábricas de automoción con una absurda guerra contra el diésel; la planificación ahora de una barbaridad de parques eólicos en espacios singulares, con la inexplicable connivencia del PRC; con una desatención increíble a todo lo que son actuaciones en costas y en saneamientos; el abandono de la comarca industrial del Besaya a su suerte desde el Ministerio de Industria; el ataque a los ganaderos con la demagógica sobreprotección del lobo… Son muchos los temas de una agenda sumamente destructiva. Pero como todo lo malo es susceptible de empeorar, el descarrilamiento de Pedro Sánchez en sus previsiones de PIB, al confundir una vez más la propaganda socialista con la realidad de España, aún podría causar en nuestra tierra más daño. Desde las fuerzas políticas regionales deberíamos trabajar coordinadamente para que esto no suceda. Desde luego, el compromiso de los parlamentarios del PP cántabro es claro y se viene manifestando con reiteración.

España necesita grandes pactos nacionales para salir de su postración actual y que todo el mundo reme en la misma dirección. Para eso, el patrón de la trainera tiene que dejar de decir que solo los remeros de babor saben remar y que los de estribor no merecen ni los buenos días. Hay que superar el sectarismo del que nació esta fórmula en 2018; dejar atrás la conversión de la política en pura propaganda sensacionalista; y suprimir las tendencias antidemocráticas cada vez más inquietantes que afectan a la gestión de la economía, la justicia, la educación y el estado autonómico. España necesita centrarse, porque el actual es bien preocupante. Es mucho lo que nos jugamos como país España y región Cantabria y con este gobierno el más sectario de la democracia no vamos por buen camino.

 

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