El balance de los dos años de presidencia de Pedro Sánchez es para Cantabria terrorífico, y no por el Covid-19, sino mucho antes de que la pandemia se pudiera alegar como torpe excusa. Incluye cosas como los cambios de política energética que precipitaron el cierre y liquidación de Sniace, verdadero mazado para la industria regional y para la comarca de Torrelavega. Incluye la paralización sine die de unas mejoras viarias fundamentales que había impulsado el Gobierno del Partido Popular: tercer carril para la A-8 en el tramo Laredo-Vizcaya, autovía A-73 Aguilar-Burgos, mejora de los accesos a Liébana. Incluye también una política que solo podemos calificar como anti-industrial: poniendo en riesgo empresas emblemáticas como FerroAtlántica o Solvay, echando sobre las espaldas del sector cientos de millones de euros en sobrecostes energéticos, manifestando una total falta de compromiso con proyectos de referencia como el área de La Pasiega.

En materia ferroviaria, la llegada de la línea de alta velocidad a Reinosa desde Palencia se ha convertido en un ominoso silencio político, y los encargos de consultoría relativos a la presunta futura línea de altas prestaciones con Bilbao muestran que, de llegar a producirse tal inversión, que hoy no está nada claro, los tiempos son insatisfactorios por completo: la juventud que podría llegar a aprovechar el presunto tirón de un tren mal definido aún no ha nacido. Es más, sus padres están todavía comenzando la Educación Primaria. No se puede justificar con cuatro papeles de consultoría a la carta dos legislaturas en el poder. Sería una tomadura de pelo a toda Cantabria.

La falta de soluciones para la ganadería de vacuno, para la España vaciada, para el Puerto, y la falta de claridad y agilidad en proyectos culturales donde la acción del estado debería ser una referencia (en Comillas, en Altamira, en la UIMP, en el MUPAC) es la norma de lo que Cantabria tiene que sufrir cuando el PSOE se apodera de La Moncloa. Pedir al PP que se haga solidario de esta actitud tan incontestablemente negativa para Cantabria no es riguroso ni serio. No podemos apoyar una política que hacer perder el tiempo a nuestra tierra y a nuestros ciudadanos tan lamentablemente. ¿Dónde están los 121 millones de euros que el Gobierno PRC-PSOE afirmaba que Moncloa iba a reconocer por los sobrecostes de Valdecilla? ¿Ha sido otra mentira más?

Nos entristece verdaderamente que, por meros cálculos de partido, haya una corriente cántabra que se dice “regionalista” pero que nada consigue para la región mediante su granítica alianza con un socialismo cuyo desinterés hacia Cantabria es manifiesto. Basta un detalle menor que revela toda una filosofía de la desatención: además de no arreglar las playas, multa al ayuntamiento de Santander que toma la iniciativa de reducir el peligro de accidente para los usuarios.

La falta de actitud en el Gobierno central de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias muestra que la presencia o ausencia de un diputado o un senador del PRC les importa menos que nada. En sus cábalas para mantenerse en el poder ejecutivo solo cuentan las negociaciones con los llamados “progresistas” y con los nacionalismos periféricos cuyo número de escaños resulta decisivo. Últimamente, también con Ciudadanos, que no sé cómo piensa defender en Cantabria su apoyo a unos presupuestos generales del estado para 2021 en los que nuestra región quedará relegada según todos los indicios (entre ellos el negativo presupuesto de 2019 que reducía la inversión del estado en la comunidad y que fue defendido por el vicepresidente del Gobierno Revilla ardorosamente, sin que recibiera la única respuesta lógica de un presidente supuestamente regionalista: el cese fulminante).

La posición adoptada por el regionalismo (quejarse del PSOE nacional, seguir aliado con el PSOE regional) es insostenible a medio y largo plazo, si no quiere ser interpretada por la opinión pública como un crudo ejercicio de cinismo político a espaldas del bienestar de los ciudadanos a cuya esperanza se apela. Las cañas se volverán lanzas por un discurso contradictorio y por unas expectativas frustradas. La popularidad está muy bien, siempre que no se vuelva negativa. Y el nivel de sufrimiento económico y social por el impacto del coronavirus ya no tolera más verbalismos: es hora de acción y de resultados.

Si, a la hora de establecer desde Moncloa los programas de recuperación y el proyecto presupuestario nacional de 2021, no cala claramente la idea de que pasarán “cosas” en Cantabria ante nuevos episodios de perjuicio a nuestra comunidad autónoma, a los dos años nefastos de presidencia de Pedro Sánchez con los radicales y los nacionalistas se puede añadir otro tanto de pérdida de oportunidades y de descuelgue definitivo de Cantabria del grupo de las regiones emprendedoras y con futuro. A los cántabros no nos va bien con el PSOE, porque siempre mira a otras partes de España, pues su afán de poder le hace fijarse solamente en cantidad de votantes, no en cualidad de los territorios. El mal reparto del fondo especial covid de 16.000 millones así lo ha demostrado. La cuestión es, ¿cómo desde Cantabria se puede dar un giro de 180 grados a esta deriva tan perjudicial?

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