Durante el año que acumulamos ya de lucha contra la pandemia de covid-19, los diferentes gobiernos autonómicos han tomado en general la precaución de no criticar ni arremeter contra otros ejecutivos regionales solo porque no les gustasen sus medidas. Ha habido un necesario y razonable respeto institucional, que solo la pura maniobra partidista o el afán de notoriedad personal han roto esporádicamente.

Uno de estos casos de sacar los pies del cesto ha sido la feroz crítica del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, a la comunidad de Madrid por su gestión sanitaria anticovid-19. Tales declaraciones suponen, como la señalado el alcalde de Madrid, Martínez Almeida, una ruptura del respeto entre instituciones y del principio de evitar que la pandemia lleve a enfrentamientos entre comunidades. Y también ha respondido la propia presidente madrileña, Isabel Díaz Ayuso, preguntando si ahora el señor Revilla es virólogo o epidemiólogo como para permitirse ciertas valoraciones.

Muchas empresas y sectores de Cantabria piensan que ojalá la señora Ayuso hubiera sido nuestra presidenta: muchos negocios hubieran podido sobrevivir y muchos empleos conservarse, con la aproximación flexible por zonas sanitarias y confinamiento parciales, no totales, que se ha practicado en Madrid. Esta comunidad fue capaz de montar en tiempo récord el hospital de Ifema, ahora el Isabel Zendal, que es referencia internacional, y traer aviones con suministros cuando otros, como el señor Revilla era incapaces de repartir más protección de las penosas “revilletas” que no servían absolutamente para nada.

Madrid es mucho más difícil de gestionar que Cantabria. No solo tiene mucha más población, sino también mucha más densidad en las zonas habitadas de la región. Además, Madrid recibe por cuestiones de trabajo, sanitarias, educativas, administrativas, logísticas y demás, a cientos de miles de personas de otras comunidades. Y eso cada día. Sin olvidar que, como comunidad donde opera el Aeropuerto de Barajas, uno de los mayores de Europa, también debe soportar un tráfico aéreo con una intensidad muy notable.

La aproximación pragmática de Madrid es tan discutible como los cerrojazos absurdos como el de Cantabria a su hostelería desde noviembre, que arruinó el mercado y no sirvió para impedir la tercera ola. El hecho es que Madrid, ante un desafío impresionante de actividad y presencia humana (20 veces superior todo ello a las de Cantabria), está obteniendo unos resultados razonables en la contención del virus, pues erradicación todos sabemos que no se va a producir hasta la vacunación general, si esta es efectiva frente a todas las mutaciones del covid-19 que se están produciendo.

Pero es que además las invectivas del presidente de Cantabria cometen un grave error en nuestra política interregional. La relación de Cantabria con La Comunidad de Madrid  es absolutamente fundamental para nosotros. Es el gran polo económico con el que tenemos que relacionarnos más y trabajar más, no solo recibiendo sus turistas (a los que el señor Revilla hizo en su día un llamamiento totalmente irresponsable cuando en Madrid subía una ola de contagios), sino también en inversión industrial y en otros terrenos. Con Madrid hay que colaborar y hacer proyectos conjuntos, no estar enfrentándose por argumentos propios de tertulia cafetera.

Ninguna comunidad está a salvo de tener malos resultados covid en un momento dado del ciclo, mientras no haya vacunación completada. Pero tras el covid Madrid seguirá ahí y la cuestión es si Cantabria es capaz de establecer con ella relaciones provechosas para los cántabros o se va a dedicar a chascarrillos y pullas fuera de lugar.

Lo que parece más bien es que el señor Revilla forma parte, voluntario entusiasta, de la obsesiva estrategia de Pedro Sánchez y el PSOE contra Isabel Díaz Ayuso. Y no entiendo que colabore con esas campañas, porque por otra parte Cantabria ya lleva al menos dos bofetadas del Gobierno central en el reparto de los fondos de emergencia, según declara el propio presidente cántabro, a cuyas quejas me remito. Son muchos millones de euros los que se están hurtando a Cantabria, aparte otros daños como el asunto del lobo y el inaceptable retraso en infraestructuras viarias y ferroviarias clave para nuestra región. Es decir, el servilismo hacia la estrategia del PSOE no cunde en ningún beneficio para los cántabros, sino todo lo contrario, en perjuicios. Incluso el porcentaje de atendidos por el Ingreso Mínimo Vital es inferior a la media española. Se mire donde se mire, Cantabria no sale favorecida con la deriva sanchista del Gobierno de nuestra autonomía.

Lo más grave de toda esta situación es que muestra que no hay ningún tipo de estrategia de defensa del interés de Cantabria, sino puro tacticismo y electoralismo, y a veces meras ganas de hablar por hablar, cuyo resultado es pésimo para nuestra economía y nuestro nivel de empleo (pues presumir de tasas de paro cuando has expulsado a la mayoría de tus jóvenes titulados fuera de Cantabria empieza a rozar la inmoralidad dialéctica). Una verdadera estrategia de desarrollo de Cantabria pasa necesariamente por colaboración en proyectos de interés mutuo con varias autonomías de nuestro entorno y, singularmente, con Madrid, motor económico de España y donde lo único que estamos aprovechando ahora son los platós de televisión para intereses más personales que colectivos.

No sabemos cómo evolucionará la pandemia, ni la vacunación, ni qué problemas vamos a afrontar en el futuro. Dedicarse a lanzar pedruscos verbales desde una autonomía como Cantabria hacia otra como Madrid es un sinsentido y muestra poca visión. ¿Por qué no se queja nuestro Presidente, no de los bares que abren en Madrid a 500 kilómetros de aquí, sino de los que abren en Múskiz, a cinco minutos de Cantabria? ¿O es que también hay reclinatorio hacia el nacionalismo vasco? ¡Cuántas obligaciones políticas, pues, todas menos el interés de Cantabria!

 

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