La pobreza energética es un tema que debe preocuparnos mucho.
No en vano, desde el Grupo Popular en el Senado hemos llevado varias preguntas a la Cámara con el objeto de que nos desvelen a quién le tocará pagar los recibos ante el derecho a que durante el Estado de Alarma no se corten los suministros básicos o cómo se va a hacer frente al endeudamiento que la pobreza energética provoca. Asimismo, por supuesto, necesitamos que nos respondan a una cuestión tan básica que es cómo se piensa paliar esta situación.
Cuestiones a las que hay que sumar una nueva pregunta y es ¿dispone el Gobierno de la nación de indicadores que permitan estimar o cuantificar de algún modo este aumento en la incidencia de determinadas enfermedades como consecuencia de la pobreza energética?
De acuerdo con diferentes estudios, la pobreza energética en sus manifestaciones más dramáticas (como la incapacidad de adecuar la temperatura de la vivienda tanto en verano como en invierno) aumenta el riesgo de padecer diferentes enfermedades de índole tanto física (reumatismo, asma?) como psíquica (depresión, problemas de ansiedad?) en los sectores de la población más desfavorecidos.
Todo indica que con la actual crisis derivada del COVID 19, estos índices de pobreza van a aumentar de una forma muy considerables.
Necesitamos saber si el Gobierno ha tenido en cuenta esta cuestión y qué soluciones va a ofrecer, para garantizar nuestra salud, también, en este sentido.
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